Compartir:

El Cabildo zenú de Membrillal, conformado por 104 familias que residen desde hace 15 años en ocho hectáreas de ese barrio del sur de Cartagena, afronta días de incertidumbre.

La comunidad, que vive conforme sus preceptos ancestrales, y que se vio obligada a salir de sus tierras en Coveñas, Sucre, tras una incursión paramilitar en la que dos personas fueron asesinadas, el 9 de septiembre de 2001, teme verse obligada a un nuevo desplazamiento forzado. Esta vez, no por culpa de la violencia, sino porque a los predios donde residen 'les apareció un nuevo dueño'.

Leovigildo Castillo Suárez, máxima autoridad del cabildo, quien ostenta el rol de capitán, comenta que fue el primer miembro de esa comunidad en llegar al barrio Membrillal, luego de que, en aquel 9 de septiembre de 2001, fueran asesinados su hijo Manuel Enrique Castillo, y su hermano Dagoberto Martínez Castillo.

En esa ocasión, ocho hombres encapuchados, bajo el mando de alias Cadena, arribaron a su resguardo en Coveñas para asesinarlo.

Sin embargo, con agilidad, mientras era envuelto por el nerviosismo, Leovigildo Castillo logró esconderse del alcance de los matones. Pero sus seres queridos no contaron con la misma suerte. Ellos fueron acribillados a mansalva.

Los paramilitares, en aquel entonces, les dieron un plazo de 24 horas a 360 familias indígenas que vivían en sus propias tierras para que salieran del lugar.

Según Castillo, solo con la ropa que tenía puesta, partió de su tierra y llegó el 12 de septiembre de 2001 a Cartagena, donde fue acogido por unos allegados en el barrio Membrillal. Quince días después llegó su familia.

Tras el paso de un mes, según cuenta Leovigildo Castillo, ya eran 29 familias indígenas las que habían llegado a Cartagena tras la incursión paramilitar.

Un sargento pensionado de la Armada, conmovido por lo que estaba pasando, les cedió dos casas campestres del barrio Membrillal, y ahí comenzaron con sus propios cultivos y cría de animales.

No obstante, según Leovigildo, sentían que las dos casas eran insuficientes, por lo que decidió tocar puertas en la Alcaldía para buscar un predio más grande en ese mismo barrio. El número de familias había crecido de forma ostensible.

'Nosotros no queríamos ser limosneros. Entonces buscamos ayuda y conseguimos en 2002 un predio, de ocho hectáreas, que es donde hemos vivido hasta hoy', asegura Castillo.