El agua del guarapo de panela con limón que vende hace más de media vida Marlon Nieto, de 43 años, en la esquina de la plaza principal de San Jacinto, en los Montes de María, viene del cielo.
Sí. Es agua lluvia, recogida durante los pocos y últimos aguaceros que han caído en la región. La de la lluvia es como agua bendita para los sanjacinteros, por el regocijo que genera, debido a que abastece a las familias para los quehaceres diarios.
En su burro, el campesino Francisco Piña, en unos tarros de plástico, con capacidad de veinte litros, lleva agua del cielo para atender las necesidades de la casa. La buscó donde su hermana, porque en su vivienda se acabó.
En San Jacinto, municipio a una hora de Cartagena, y de donde han salido los más grandes gaiteros de la región, dicen que son la tierra del olvido. Llevan más de cien años no solo de soledad, sino lo que puede ser peor, sin agua. En este poblado las temperaturas bajo sombra sobrepasan los 39 grados.
Francisco Piña en sus largas caminatas .
El acueducto ha servido a medias. A través de los años se han invertido miles de millones. La última partida aprobada por el Plan Departamental de Aguas, de la Gobernación, es de $4.500 millones. Se busca optimizar el servicio. Los recursos son para el diseño de las obras y la construcción de plantas de tratamiento y redes.
La falta permanente de agua ha generado, en estos seis meses el año, cerca de cuatro bloqueos de la Troncal de Occidente. La gente desesperada impide el tráfico que une a la Costa Caribe con el interior del país para que sus reclamos sean escuchados.
Pero lo único que ‘salva la Patria’ en el pueblo ante la falta del agua son las lluvias. El labriego Piña dijo que en mayo hubo tres aguaceros que ayudan a sobrellevar el padecimiento de la falta del líquido en el municipio.
'Con esta agua no hay gasto', agregó Piña, en referencia a que el costo del agua cruda, tomada de una laguna artificial, en las afueras del pueblo, cuesta cinco mil pesos. Y representa altos costos para la precaria economía de los sanjacinteros más necesitados.
Cuando llueve, la gente dispone sus recipientes para almacenar el agua. Es un buen presagio el momento en que el cielo se encapota, porque es como si Dios abriera el acueducto de las nubes.
Por eso, uno de los peores días de San Jacinto fue aquel en el que un puñado de devotos borrachos, que cargaban la imagen de uno de los dos patrones del municipio, Santa Ana, la dejaron caer en una esquina, durante una procesión, finales de los años 90.
El guarapo de Marlon Nieto es el ‘calma sed’.
El pueblo se alarmó porque sabía que aquel ‘sacrilegio’ tenía su castigo y, al final, fue peor de lo esperado. En el pueblo dejó de llover por un año, tras la caída de la santa. Es una de las sequías más prolongadas y recordadas por todos.
El mediados del año pasado, ante los efectos del Fenómeno del Niño, el pueblo acudió a su otro santo, Jacinto. Le hizo una procesión y obtuvo, según los pobladores, el milagro de unas lluvias con las que se abastecieron de agua.
Ante las protestas ciudadanas, el alcalde Hernando Buelvas Leyva ha procurado desarrollar medidas paliativas, como abastecer con carrotanques los sectores más urgidos. Sin embargo, los pobladores quieren soluciones definitivas.