Durante la negociación de paz de la guerrilla del M-19 con el gobierno de Virgilio Barco, en 1989, los insurgentes insistieron en que se convocara una Asamblea Constituyente para reformar la carta magna que regía el país desde 1886. Esa propuesta no fue aceptada, pero en 1990, luego de la desmovilización de los alzados en armas, un grupo de estudiantes impulsó la llamada ‘Séptima papeleta’, a través de la cual se hacía dicha convocatoria.
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En las elecciones parlamentarias y locales de ese año más de dos millones de votantes apoyaron esta opción, pero como no era un proceso oficial la Corte Suprema terminó avalando que formalmente se hiciera la consulta sobre la Constituyente. Entonces, en la elección presidencial del 27 de mayo de 1990, que ganó César Gaviria, el 86 % de los votantes apoyó la convocatoria, en medio de la arremetida del narcotráfico que Pablo Escobar libraba contra las instituciones.
La elección de la Asamblea Constituyente fue citada para el 9 de diciembre de 1990. En nombre del Partido Liberal, como cabeza de lista, Juan B. Fernández Renowitzky fue uno de los 70 elegidos.
Su campaña por toda la Costa la basó justamente en los objetivos que había impulsado por años desde EL HERALDO: la autonomía regional en procura de un desarrollo digno y equitativo para la Costa.
Con el lema “Más autonomía, más moralización”, en sus correrías regionales afirmaba que el Estado manejado desde Bogotá, en puro y físico centralismo administrativo, era un “enorme y costosísimo paquidermo desde el que se desconocías las necesidades de la provincia” y sostenía que “el Estado necesitaba silla de ruedas para andar”.

Dos artículos
Juan B. Fernández Renowitzky era contrario a que desde la capital decidieran las obras y las inversiones que regiones como la Costa necesitaban.
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Otras de las banderas que enarboló fueron que el Estado se constituyera en defensor de los derechos humanos; que garantizara la paz, la vida y la seguridad de todos los colombianos; igualmente propuso el voto obligatorio, la modernización y moralización de los servicios públicos, la revocatoria del mandato de los congresistas y la eliminación de los auxilios parlamentarios, usados para el enriquecimiento de grupos familiares dedicados a la política.
La Asamblea Nacional Constituyente fue instalada el 5 de enero de 1991 y sesionó hasta el 4 de julio de ese mismo año. Tras la firma del documento final quedaron aprobados dos artículos, impulsados por Fernández Renowitzky y constitucionalistas costeños como el fallecido sociólogo Orlando Fals Borda, Carlos Rodado Noriega, Eduardo Verano De la Rosa y Héctor Pineda Salazar, para iniciar un proceso con miras a darles autonomía a las regiones:
“Artículo 306. Dos o más departamentos podrán constituirse en regiones administrativas y de planificación, con personería jurídica, autonomía y patrimonio propio. Su objeto principal será el desarrollo económico y social del respectivo territorio.
Artículo 307. La respectiva ley orgánica, previo concepto de la Comisión de Ordenamiento Territorial, establecerá las condiciones para solicitar la conversión de la Región en entidad territorial. La decisión tomada por el Congreso se someterá en cada caso a referendo de los ciudadanos de los departamentos interesados”.
Sin embargo, la reglamentación de esa ley ha sido torpedeada por el centralismo gubernamental que ha impedido sacarla adelante. En 18 ocasiones el Congreso ha sido inferior al reto de aprobar y reglamentar la autonomía administrativa que las regiones reclaman y necesitan.
El legado periodístico y como hombre público defensor de la Región Caribe de Juan B. Fernández Renowitzky será recordado como un ejemplo para las futuras generaciones. Paz en su tumba.

Una obra diaria de buena fe
Ese mismo respeto por los lectores al incentivar que los hechos noticiosos se dieran a conocer en su contexto real, mucho más si se trataba de denuncias en defensa de la comunidad, se lo reconoció también el reputado periodista Juan Gossaín.
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Con motivo de los 50 años de EL HERALDO, Gossaín contó en la revista Semana que luego de quedarse sin empleo y con el estigma de comunista, tras ser despedido de El Espectador por firmar una carta junto a centenares de colombianos en defensa de la labor cultural de la revolución cubana, la única mano que encontró tendida fue la de Juan B. Fernández Renowitzky, quien le abrió las puertas del periódico.
Gossaín reveló algo que pocos sabían: Él inició una serie de crónicas sobre el “cáncer de la corrupción” que carcomía a las Empresas Públicas Municipales, por lo que en Barranquilla el servicio de agua potable era pésimo; mientras que en esa entidad, presa de la rapiña de la politiquería, se multiplicaban los contratos amañados, el desgreño y el peculado. Por esa razón, los directivos de la entidad mandaron una orden para que publicaran en el periódico avisos suyos que valían cientos de miles de pesos.
“Juan B. hijo, que ya había reasumido la dirección (luego de ser ministro), devolvió de inmediato los anuncios con una nota suya que decía: -Lo sentimos mucho, pero EL HERALDO no se vende por una propaganda”, reveló Juan Gossaín.
Recordar ese episodio le permitió, además, al destacado maestro del periodismo darles a conocer a los colombianos la famosa frase con la que el padre Juan B. Fernández Ortega describió, por años, el ejercicio periodístico desde este diario y su entrañable relación con sus lectores en toda la Costa: “Lo que pasa es que EL HERALDO es una obra diaria de buena fe”.
Como muchos periodistas en Colombia, el director Juan B. Fernández Renowitzky no escapó a las amenazas. En el caso de él fue una situación muy delicada: en enero de 1995 un sicario llegó a la recepción de EL HERALDO y contó que lo habían contratado por dos millones de pesos para que lo asesinara el 9 de febrero, Día de los Periodistas.
Bajo la protección de organismos de seguridad, por orden presidencial, tuvo que salir del país durante varios meses mientras avanzaba la investigación. Sin embargo, no dejó sus responsabilidades como Director. En el exterior, diariamente, vía telefónica, era informado de los detalles de cada edición y por fax recibía los titulares del material seleccionado para la primera página.
Durante el siguiente año el crecimiento del periódico fue tan excepcional que, dentro de la modernización, se decidió adquirir una nueva rotativa para satisfacer la demanda. Así comenzó a funcionar la rotativa Goss Urbanite de mayor tiraje.
En diciembre de 2004, luego de casi 30 años al frente del periódico, Juan B. Fernández Renowitzky se retiró de la dirección. Como él mismo lo dijo con orgullo, a sus colaboradores más cercanos dejó a EL HERALDO en la “cresta de la ola” siendo, en ese momento, el tercer diario de mayor circulación en el país.