Esas facultades humanas, tan valiosas, necesarias y escasas son propias de almas generosas que trascienden, esas mismas facultades se vieron reflejadas en su capacidad de crear y realizar todo lo que soñó y en la hermosa y amplia posibilidad que brindó a todas sus audiencias en su momento, de disfrutar y conocer lo que parecía estar lejos y distante: el mundo.
Algunos de sus contradictores emitieron mensajes de condolencia con compasión, respeto y consideración, exaltando incluso, a pesar de sus diferencias, los rasgos valiosos de su personalidad. Otros, por el contrario, asediaron su memoria con mayor beligerancia, con desprecio, sin piedad. Tal vez olvidaron que su cuerpo yacía inerte sin posibilidad de defenderse o ignorarlos deliberadamente.
En el estado sangriento en el que habita el mundo, tal vez sea una gran distinción sentirse excluido y sin espacio.
Esta reflexión es cobijo para todas las almas inocentes. Todas, sin distinción, ni caracterización alguna. Las que han sido separadas de sus cuerpos prematuramente y las que mueren vivas en medio del dolor y la impotencia.
No podemos olvidar la importancia del proceso. Solo el proceso nos permite entender que no importa lo que ocurre, sino cómo respondemos a lo que ocurre. El proceso es el camino, la perseverancia, el ajuste, la corrección, la paciencia y, sobre todo, la posibilidad de dejar a un lado la premura y entender que todo llega, que todo pasa, que todo tiene su tiempo.
La música es por excelencia el lenguaje del universo, el dialecto de las almas, la mayor y más profunda expresión del espíritu. La música es revelación, contemplación, perfume y expansión.
Sin ella, todo sucumbe, todo se marchita, no hay satélites que recepcionen los mensajes que la tecnología emite, no hay brigadas que triunfen, no hay dolores soportables, sin ella, no hay barreras derrumbables.
Los niños llevan dentro de si, una espiritualidad natural, propia y verdadera que el adulto afana por alcanzar y en su fracaso, entonces manosea y maltrata de manera repugnante. La virtud ausente gobierna nuestros días, la iluminación se ensombreció.
Los dolores que generan las malas relaciones, son tan poderosos como los que advierte el frío la soledad.
La inclusión sin regulación ni orden, es un llamado caótico a legitimarlo todo, a permitirlo todo y a confundirlo todo. La ética y la moral, como tantos otros valores, pueden quedar entre las aspas de esa licuadora voráz que todo lo diluye.