Este jueves 20 de noviembre se cumplirán cuatro meses de la tragedia por el incendio en el conjunto residencial Flores del Recreo. Un tiempo todavía muy reciente para olvidar, pero insuficiente para que la comunidad se haya rendido en sus intentos de retomar la normalidad en el condominio.
Las tardes siguen siendo silenciosas. Dos de las cuatro torres del conjunto residencial siguen prácticamente desoladas. Los bloques C y D se encuentran ocupados, pues fueron las menos golpeadas durante la emergencia. En el edificio B apenas y unas cuantas familias de los primeros pisos se han reintegrado.
Sin embargo, en la torre A, todavía no hay un alma. Fue en el sótano de esta que se generó una conflagración que cobró la vida de cinco personas.
EL HERALDO tuvo la oportunidad de recorrer el sitio, en el cual ya se adelantan varios procesos de recuperación del espacio.
Se ha lavado muchas veces para borrar las huellas del incendio, que se desató cerca a las 4:00 de la madrugada en el parqueadero, cerca a donde estaban instalados los contadores de energía.
Pero, a pesar a las labores de limpieza, en procura de que el sitio vuelva a ser habitable, todavía se siente en el ambiente el olor a quemado, en sus techos y paredes está la sombra negra del humo tóxico y se percibe la ceniza residual de las horas de pánico que vivió la comunidad.
El renacer del conjunto

Magda Macías es copropietaria y administradora del conjunto residencial. Vivió en carne propia la madrugada del incendio y tiene todo en su cabeza muy presente, desde el desespero de sus vecinos hasta su hijo saltando de balcón en balcón para salvar personas, la cuenta de los cinco fallecidos y los tres heridos de consideración y la actual cuantía de los daños, que ya va por el orden de los 2.300 millones de pesos.
Como sus vecinos, se tuvo que salir de su hogar por espacio de un mes, mientras que el lugar volvía a ser habitable: “Ha sido un proceso complicado, complejo. A poco menos de un mes, ya habíamos logrado restablecer los servicios públicos de dos de las torres C y D. Las personas de estas dos torres empezaron a regresar al edificio prácticamente al día veinticinco de agosto. Todavía no tenemos ocupación total en las torres, pero digamos que estamos como en un ochenta por ciento en esos dos edificios”.
El proceso va lento, ante la gran cantidad de daños por reparar, por suerte los daños han sido, de alguna forma, superficiales en el edificio: “Empezamos a trabajar todo el tema de la torre B, ya hemos rehabilitado el agua y el servicio de gas, nos hace falta la electricidad. Sin embargo, a pesar de esto, pues tenemos algunas familias viviendo ahí. Hicimos la evaluación estructural con un ingeniero patólogo, arrojó muy buenos resultados”.
Aquella madrugada el fuego destruyó los contadores, calcinó por completo refuerzos en icopor de la edificación, quemó cables y tuberías, pero al parecer el concreto no sufrió: “Resultó ser una edificación sólida y, básicamente, algunas cosas accesorias por restablecer en la parte de los sótanos. O sea, no tuvimos afectación estructural, y, entonces, apenas tuvimos el dictamen, pues empezamos a trabajar en el restablecimiento hidrosanitario de la torre A, que es la torre que sufrió mayor daño”.
El corazón del siniestro

Mientras que el equipo periodístico de esta casa editorial recorría Flores del Recreo, se podía ver un intenso contraste en su paisaje interno.
Pues si bien desde la fachada nadie podría pensar en las consecuencias catastróficas de dicho incendio ocurrido hace apenas cuatro meses, por dentro algunos vecinos ya se bañaban en la recién habilitada piscina, mientras que algunos jóvenes jugaban al fútbol en la cancha interna.
En medio de ese esfuerzo por volver a vivir, todavía está custodiada por cintas de seguridad la torre A, una especie de gigante parteaguas de la realidad.
Magda recuerda que ahí se están adelantando los trabajos pendientes y que por ello nadie tiene el acceso autorizado, ni por arriba ni por la planta del sótano.
“Tenemos contratos en ejecución. Estamos ejecutando también la restauración estructural en este momento. Estamos como terminando estas actividades para poder ya entrar en el tema de los trabajos eléctricos”.
Ha sido un desafío intenso, el cual han podido seguir adelante gracias al flujo de caja de la aseguradora: “Afortunadamente, nosotros hemos contado con todo el acompañamiento de nuestra aseguradora. Ellos a la fecha nos giraron aproximadamente mil millones de pesos en recursos, más del tope. Nosotros ya ese dinero lo tenemos contratado, alguna parte ya está gastado, ejecutado y pagado, y en este momento tenemos unos contratos abiertos como con unos saldos por 250 millones de pesos. Ya digamos que el grueso de las cotizaciones, incluida la parte de las acometidas privadas, está estimada más o menos en unos 2.300 millones de pesos".
Sin una causa definida

A tantos meses de haber ocurrido la tragedia, lo que más trasnocha a los copropietarios es que nunca se ha podido establecer la causa definitiva del siniestro que les cambió la vida.
“El conjunto tuvo dos estudios, uno que fue realizado por la aseguradora. Ellos tienen, pues, digamos, esta información, la han manejado como con un carácter confidencial. Por el lado de nuestra investigación pericial, lo que tuvimos fue una causa hipotética. Esa causa habla de que quizá en las redes hubo un sobrecalentamiento o una sobrecarga, y para el perito no fue posible determinar si fue algo que venía externo o interno. Es decir que hasta el momento todavía nos encontramos ante una causa hipotética de sobrecalentamiento en el cableado eléctrico. Todavía un responsable como tal no ha sido identificado. Esto fue una situación de caso fortuito, algo que no se podía prever”, cerró Magda.
Quemaduras en el alma
Jhonny de Jesús Espitia Jiménez, Giovanna Rodríguez Plazas, Wilson Mandón Castro, Kira Margarita Molina Romero y Lina María Zuluaga Henao son los nombres de las cinco víctimas mortales de la tragedia. Sus identidades son una cicatriz en el corazón de todos los vecinos.
Es un dolor con el cual han tenido que irse acostumbrando a vivir. Por ejemplo, Rafael López vive hace 12 años en el conjunto, en el séptimo piso de la torre C, y siente miedo cada noche.
“Yo he tenido que recurrir a psicólogos y estoy en un tratamiento con un psicoanalista que me ha costado un montón de plata, porque en las noches me despierto asustado y con taquicardia. Afortunadamente en este momento me siento un poco más tranquilo”, expresó.
La médico Lisa Rico también es residente del conjunto. Aquella madrugada acababa de dar a luz hacía unos días a su segunda hija. “Retornamos con muchos cambios, sobre todo que el edificio está solo. La gente aún conserva miedo por lo que pasó, fue bastante fuerte, y sobre todo por la hora en la que sucedió, que todos estábamos durmiendo. Mi hija la tenía en la UCI de la Portoazul, porque había nacido muy prematura. Entonces, venía muy cansada de allá y me acostaba, y de verdad que me desconectaba totalmente del mundo. Pero una tía que vive con conmigo fue la que sintió absolutamente todo el ruido. Salimos como estábamos, salimos en pijamas y además recién parida”.
Pese a todo el temor por la experiencia, cada día la comunidad de Flores del Recreo se aferra a su deseo de seguir adelante, para pronto recuperar las tardes llenas de vida que tantas veces vivieron en su conjunto.















