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Barranquilla ha encontrado un camino para apuntar a un futuro resplandeciente. Y esa ruta es rescatar su pasado.

Mirar en medio de la nostalgia con la intención de edificar un proyecto ambicioso es una fórmula que se está ejecutando brillantemente en varios escenarios de la ciudad, entre ellos el recientemente reinaugurado mercado de Granos, una joya arquitectónica que desde los mismos albores de la moderna ‘Curramba’ guarda las llaves para la integración de varias formas de comercio y en la actualidad, hasta las expresiones del arte.

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En los tiempos recientes, Barranquilla ha brillado al cumplir los objetivos de desarrollo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), entre esos la diversificación económica y las restauración del mercado de Granos no podría ser mejor ejemplo de ello.

Tras seis años de obras, finalmente el pasado sábado 28 de junio el alcalde Alejandro Char dio la apertura a este emblemático espacio que funciona desde las auroras de la primera de los 1900.

“Barranquilla tiene un mercado de Granos para seguir haciendo historia. Recuperamos un símbolo del comercio barranquillero y nacional: una joya con 112 años de tradición, donde visionarios aprovecharon la cercanía al agua como una oportunidad para crecer”, rememoró Char del origen de este emblemático lugar, que ahora resplandece con una fachada de un amarillo vivo frente al canal del Caño de la Ahuyama.

“Este es un homenaje a esa historia que llega para dignificar la labor de más de 150 comerciantes, con espacios como se lo merecen. Este tradicional mercado público vive una transformación integral: nuevas cubiertas, baños, iluminación, arborización y más. Además, intervenimos 350 metros lineales en sus vías aledañas. El mercado de Granos vivirá para toda la vida”, agregó el burgomaestre a la hora de entregar la obra largamente esperada por los comerciantes.

Un techo para todos

Las aguas del caño, aunque enturbiadas por más de un siglo de comercio vibrante, no son más que una ruta directa para salir al gran río Magdalena, la ‘carretera’ del imparable progreso de la ciudad. Es por eso que, obviamente, el primer faro económico de la ciudad tenía que ser construido contiguo a él.

Leandro Manuel Zabaraín Ramírez tiene 76 años y desde que tiene seis se define como comerciante y hierbatero del mercado de Granos. A esa pequeña edad lo llevó su padre por primera vez a que lo ayudara a despachar en La Colmena 133, uno de los primeros negocios fundados en el lugar.

Mi padre fue pionero en entrar aquí, en este mercado, en 1903, a vender las plantas. Él primero se iba de pueblo en pueblo a vender por allá y acá vino de la Sierra Nevada de Santa Marta con los indios”, recordó.

Explicó que a su padre “le comentaron que iban a abrir el mercado y se radicó. Acá venía el personal a comprarle la lana de ovejos, el cebollín, el romero, el anís en grano. Yo me ponía todas las tardes a empacar 200 paquetes de anís en grano para las palenqueras que hacían la alegría, el bollo de angelito, la arepa dulce. Todo eso lo traían por el caño”.

Sin embargo, la gran ventaja que significaba el caño, pronto se les volvió un dolor de cabeza, cuando este se comenzó a desbordar en épocas de invierno.

“Aquí se nos metió el agua como cuatro veces y el agua hasta aquí (señalando a su pecho). Tenía uno que salir a nadar para salvar lo que uno podía, salvar de la mercancía. Yo, cuando se metió la última vez el agua aquí, perdí todo”, se lamentó.

Sin embargo, las recientes obras de recuperación del Distrito ayudaron a darle un total vuelco a la historia. La arquitectura republicana fue protegida y resguardada por cuatro grandes puertas de madera barnizada, con un alto techo abovedado y arcos republicanos reforzados con ladrillos rojos. Luce más sólida que nunca, frente un canal del caño recuperado, que ahora corre más tranquilo.

Todos han encontrado el arraigo nuevamente en sus puntos tradicionales. Sentado en su escritorio de madera, pequeño y humilde, desde donde despacha los pedidos de sus clientes, con unas gafas negras que protegen sus ojos del implacable sol del mediodía, José Luis Fernández recordó para EL HERALDO como hace más de 45 años su familia se estableció en el mercado para vender granos, cereales y maíz.

“Yo soy uno de los que vendo maíz pilado. Eso es herencia de mi padre y de mi madre. Tengo 45 años de estar laborando aquí. Ese es el día a día. Llevar sacos, traer granos, vender”, describe.

Así, los ciudadanos encuentran al menudeo las opciones para consumir, al mejor precio y todavía muy frescos los productos, con maíz de un color vivo que invita a alimentar la vista y el cuerpo.

Arte para la memoria

El mercado de Granos está ubicado en la zona céntrica de la capital del Atlántico, en la carrera 40 con calle 28. Prácticamente, el corazón que vio crecer toda la ciudad a su alrededor. Sin embargo, las muchas décadas han llevado a que el recuerdo de esa Barranquilla precursora casi pasara por olvidada.

Elvia Vega De la Hoz es una artista de los retratos y los murales. Su pincel está vivo, como vive en ella, el deseo de perpetuar lo vivido desde hace más de cien años en el mercado. Como estudiante de la Escuela Digital de Artes y la Fábrica de Cultura, participó de la convocatoria para adornar las paredes del sitio, con el aporte de su obra ‘Amazonas’, que rescata el papel de las mujeres en la edificación.

Sigue dándole pincelazos a las paredes mientras la gente pasa y se los queda contemplando. Son una expresión de color que vuelve atractivo el lugar. Muchos van en busca de una foto y lo que terminan encontrado es una oferta.

Elvia no se pone colorada para manifestar que “hace referencia a nosotras las mujeres, trabajadoras, independientes, cabezas de hogar, amas de casa, mamás, estudiantes. Tantos roles que tenemos. La historia de este mural equivale al origen del mercado de Granos. Así como bien los hombres tenían esa tarea física de bajar los bultos, el trabajo más pesado, nosotras como buenas administradoras que siempre hemos sido, echamos para adelante al distribuir esta parte del comercio aquí de la ciudad”.

Más adelante, sentada en un banquito está Jesuara Simancas, una artista plástica que embellece el sitio con uno de los murales más espectaculares, un cuadro que transporta a los que lo contemplan a más de cien años en el pasado, en los inicios del mercado.

“Tiene como nombre Raíces Futuras. Pienso que habla mucho de la historia de dónde nació el mercado. Estas raíces han dejado, en este futuro, mucho fruto. Entonces ahí va el nombre tratando de llevar a las personas que pasan por aquí a la historia, tratando de que la conserven, de que creen un poco de ese sentido de pertenencia de dónde es el barranquillero, de dónde nace, de dónde se hace lo que en realidad ha sacado el fruto de Barranquilla, de dónde ha salido por nuestra historia y tratando de mantenerlo”, reveló.

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Esa conjunción de arte como oferta cultural para atraer turistas, de economía popular que alimenta a los más humildes, de negocios con arraigo que siguen atendiendo las tradiciones, son muestra una economía diversificada, que lo mismo importa la innovación por el puerto en las grandes industrias, que conserva la tradición por el caño, en el mercado.