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Para José Luis Epiayú la necesidad es el equipaje que durante más de 15 años ha venido descargando donde se muestren señales de que habrán más y mejores oportunidades para lograr tener calidad de vida.

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Separarse de su familia y las costumbres propias de su territorio y comunidad Wayúu fue y seguirá siendo lo más doloroso y complejo al migrar, aunque esto lo haga en el país de origen.

Epiayu es migrante, y con él viajan los sueños, anhelos y esperanzas de las ocho personas con las que vivía en la ranchería Kawamana, ubicada en Uribia, en el departamento de La Guajira, y donde la riqueza cultural y conocimientos ancestrales son opacados por la desidia del gobierno local y la extrema pobreza que históricamente han sufrido esta comunidad.

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'Yo me fui de la casa a los ocho años hacia Venezuela porque estábamos pasando muchas dificultades, en ese momento dejé de estudiar y me puse a trabajar con mi mamá en unas fincas. Regresé a Colombia hace siete años, estuve en Valledupar un tiempo, pero decidí venirme a Barranquilla hace diez meses para ayudar a mi familia', contó.

José Luis actualmente tiene 23 años y trabaja como domiciliario en una tienda del barrio Kenedy, en el suroccidente de la ciudad. Ya no teje mochilas, pues el día no le alcanza y muchas de las actividades propias de su cultura solo están en su memoria.

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