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La mirada de Daber De la Rosa refleja angustia y miedo. Al escuchar voces de personas desconocidas se levanta de su taburete y con sus gastadas chanclas en la mano, atraviesa las inundaciones hasta llegar al poco espacio de tierra firme que aún queda en la vía principal de la vereda San Joaquín, en Palmar de Varela. El agua le llega un poco más abajo de las rodillas.

Ha vivido en su parcela 20 años, y aunque las inundaciones lo han bordeado en cada época invernal, siempre salía bien librado. Hoy, el poco espacio de su casa de barro y cuyo techo es de plásticos, se ha convertido en una pequeña isla que, por consecuencia de las desbordamientos y filtraciones de agua del río Magdalena, ya hace parte de la ciénaga La Luisa.