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Más de 140 estructuras entre Galapa y Santo Tomás fueron afectadas recientemente por un viento fuerte y súbito que se conoce como vendaval, que es provocado 'por cambios bruscos en la presión atmosférica y la temperatura del aire'.

Estos dos vendavales se sumaron a la lista con otros 18 que se han presentado en el Atlántico en lo que va del 2020, según datos de la Oficina de Gestión del Riesgo del departamento.

Los valores históricos presentados por la entidad sobre los últimos cinco años dan cuenta de la magnitud con la que este fenómeno sacude al territorio atlanticense.

En el año 2015 se registraron 28 vendavales, al año siguiente 27, en el 2018 fueron 26, en el 2019 se vio afectado por 19 y en lo que va de este año suma 20.

Entre los municipios que han sufrido mayor afectación se encuentran Baranoa, Ponedera y Santo Tomás.

Las cifras coinciden con el reporte nacional de emergencias de la Unidad para la Gestión del Riesgo de Desastres (Ungrd), de donde el meteorólogo Christian Euscátegui extrajo datos importantes que permiten establecer que la mayor frecuencia de vendavales, comparado con el resto de la región, ocurre en el Atlántico con un índice del 21%. En su orden le siguen Bolívar, con un 16%; Cesar, 16%; Sucre, 15%; y Córdoba, 14%.

El análisis de los datos para la Costa Caribe entre 1998 y 2019 también 'permite establecer un total de 185 personas fallecidas por situaciones conexas a vendavales', anotó el experto.

Calamidad pública

En el caso específico del Atlántico actualmente se ha declarado la calamidad pública por la fuerte ola invernal que se viene presentando, 'esto amparándonos en los pronósticos de las entidades encargadas de realizar predicciones de los diferentes fenómenos naturales que se puedan presentar', indicó la subsecretaria de Gestión del Riesgo, Candelaria Hernández.

Para evaluar la incidencia en el departamento, el coordinador en Ciencias del Mar de la Universidad del Norte, Juan Carlos Ortiz Royero, dijo que existen relaciones respecto a la topografía del terreno, los cuerpos de agua circundante y las condiciones climáticas de la zona. De este argumento, según Ortiz Royero, se tienen evidencias.

A esto se le suman las condiciones climáticas de la temporada. 'En esta época, la temperatura es muy alta y los sistemas de lluvias propias, así como el paso de ondas tropicales, favorecen el desarrollo de los vendavales', dice el profesional.

En teoría, una vez inicia la temporada de lluvias en el mes de abril es probable que empiecen a aparecer los vendavales.

'Hacia el mes de noviembre pueden ir disminuyendo. También vale la pena mencionar que estamos en un año del fenómeno de la Niña (no tan fuerte como otros años) y este fenómeno podría favorecer el desarrollo de vendavales, ya que los sistemas lluviosos se fortalecen', sustentó.