Quizás la sola imagen sea suficiente para conocer lo sucedido. Una enorme vaca está acostada en la vía Baranoa–Campeche, con las patas rotas. Al lado de ella, un hombre muerto. Metros más adelante, una moto destartalada. Pero realmente esta escena no es suficiente. Por eso retrocederemos unas cuantas horas, cuando Enrique Moreno apenas se alistaba en su casa en Galapa y quizás no tenía forma de prever su fatal destino, el de morir estrellado con una vaca.
Son las 4 de la madrugada del martes 8 de mayo. Moreno ni siquiera desayuna porque no le da tiempo. Si lo hiciera, probablemente llegaría tarde a su trabajo como cobrador de buses, por el que recibe unos $50.000 mensuales, más las propinas, que son en promedio unos $15.000 diarios. A eso último le llaman 'barba'. Como de costumbre, toma la moto de marca Suzuki prestada de su suegro y se va en busca de su compañero, el parrillero, a quien conoceremos como 'Renzo'.
El destino de ambos es la estación de buses municipales en Campeche, corregimiento de Baranoa. De allí arrancan cargados de pasajeros hacia Barranquilla. Moreno, de 34 años, limpiaba los vehículos todos los días, de lunes a domingo, y les hacía revisión técnica, antes de embarcarse y comenzar el viaje. Mientras trabajaba, su pareja y su pequeña hija de dos años lo esperaban en casa.
La vía que toma cada día hacia el corregimiento de Baranoa tiene pocas curvas. Está pavimentada, adornada por árboles a lado y lado, y rodeada de un sinnúmero de fincas, parcelas y potreros. Es común ver a lo largo y ancho de ella la señal de fondo amarillo que previene la presencia de vacas en la vía. Entre los kilómetros 91 y 92, donde ocurre el trágico accidente, se ven dos de esas señales. Entre letrero y letrero, caminaba una vaca.
La culpa es de...
Son las 5 y algo de la mañana. El celular de Laura Higgins suena y ella contesta en medio del sueño. No escucha bien el nombre de quien le habla, ni logra identificar si es un policía o un funcionario de Tránsito. A lo único que le presta atención es a lo siguiente: 'Necesitamos un familiar del señor Enrique Moreno. Tuvo un accidente con una vaca en la vía Baranoa- Campeche'.
Entonces, el estómago se le revuelve y empieza a llorar desconsoladamente. Todo le resulta confuso y solo, según relatará después, pudo pensar en quién de los dos habría tenido la culpa. 'La culpa es de la vaca', se dice así misma. Un vecino la lleva en una moto rumbo al lugar de los hechos. Antes de llegar, los vecinos, amigos y conocidos de Moreno le advierten que su esposo está muerto, tendido en la calle por una vaca atravesada. Ya son las 6 y pico de la mañana.
'No lo podía creer. Yo pensaba que lo encontraría bien, pero no. Estaba tirado en el suelo, cubierto con una sábana blanca. Es muy doloroso ver así a la persona que más amas', cuenta Higgins, de 22 años. Además de ser ama de casa, es estudiante de venta de productos y servicio en una corporación universitaria, una carrera de la que obtendrá título a mitad de este año, el próximo 11 de agosto.
Ese día iban a casarse. Moreno le había prometido a Higgins celebrar doblemente con una fiesta en familia por su logro académico y por su unión amorosa. Ella insiste en que 'nosotros nos amábamos verdaderamente'.
'Él me adoraba y teníamos tantos planes juntos. Éramos uno solo, pero todo se vino abajo', añade.
Son las 7:15 de la mañana. Las autoridades hacen el respectivo levantamiento del cadáver entre curiosos que observan la escena. Hay una larga fila de vehículos detenidos, pues la vía quedó cerrada, según el teniente Rafael Barón, Comandante del Distrito II de la Policía del Atlántico, por unos 45 minutos.
El baile de la vaca
Sobre esa misma hora, la vaca es levantada y luego trasladada a Baranoa, narra el comandante. Según algunos testigos, el animal intenta pararse en varias ocasiones, pero sus heridas no le dejan. Extrañamente nadie da certeza del paradero del mamífero, como si se tratara de una vaca prófuga. El teniente Barón asegura que el animal fue sacrificado. No sabe, sin embargo, en qué condiciones se pudo dar lo anterior. Tampoco lo sabe el jefe de Tránsito del Atlántico, el sargento mayor Raúl Urueta, ni la patrullera encargada del caso.
Este año se han registrado tres casos de personas fallecidas en el Atlántico a causa de semovientes en las vías. Uno de los accidentes tuvo lugar en Luruaco, otro en la vía Oriental y el último en la Cordialidad. En total han muerto 32 personas por accidentes de tránsito en el departamento, de acuerdo con estadísticas de Tránsito Departamental.
'Ya sabemos que no es permitido que los semovientes transiten en las vías, pero lastimosamente a veces las vacas se salen de sus potreros porque quedan mal cercados y entonces se presentan este tipo de accidentes', expresa el teniente Barón. Recuerda que, en estos casos, los cargos deben ser asumidos por sus propietarios. Así lo dicta, por ejemplo, el artículo 124 del Código Nacional de Policía, el artículo 1905 del Código Civil y la ley 769 de 2002 del Código Nacional de Tránsito.
Según Barón, las autoridades tienen identificado al dueño de la vaca, quien tendrá que asumir la responsabilidad civil y la eventual indemnización por daños y perjuicios. Sin embargo, no revela su nombre.
'Podría ser de cualquiera', dice uno de los trabajadores del sector. Yassir Sierra se dedica a los oficios varios de una parcela cercana. Según sus cálculos, en el sector de Loma Arena hay al menos unas 10 fincas, de unas 12 hectáreas cada una, aproximadamente.
'El motociclista debió ir muy rápido para que no alcanzara a frenar porque por lo lo general ellas se mueven muy lento. Si ven un vehículo puede que se queden estáticas. Son animales que tienen la mirada baja, es probable que no se percatase', analiza el hombre. Esa hipótesis coincide con la de las autoridades y también con la de Isidro Ruiz, consultor de seguridad y movilidad vial.
'Los semovientes no tienen el nivel de racionalidad para detectar a tiempo si viene un carro o no. Es probable que busquen la calzada por su calidez. No deberían estar, pero somos nosotros los que debemos tomar las medidas y precauciones', expresa Ruiz. Advierte que los municipios no cuentan con un coso, el lugar adonde irían los animales que deambulen sin control en el espacio público.
Regresemos a la escena de la vaca, el hombre muerto y la moto. Renzo, el parrillero, quien salió ileso del accidente, recuerda lo último que alcanzó a gritarle a Enrique Moreno. '¡Mira la vaca!', pero al parecer una fuerte brisa no dejó que Moreno escuchara.